ESPERAMOS AL SEÑOR CON EL TESTIMONIO DE NUESTRAS OBRAS
Hermanos y hermanas: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros (1Cor 1,3-9).
Así de sencillo y así de directo me dirijo a vosotros, con las mismas palabras de San Pablo a los Corintios, en este nuevo tiempo de Adviento que ahora iniciamos. Un tiempo en el que, junto a la Iglesia, esperamos al Señor y salimos a su encuentro. Es un tiempo de mirar: mirar con nuevos ojos, mirar con nueva sensibilidad la realidad que nos rodea, para descubrir en ella, los signos del Señor que llega. Un Señor que viene y quiere encontrarse con nosotros. De aquí que, el Evangelio de Marcos, nos invite a estar en vela, a vigilar, que es crear espacios de silencio, espacios de encuentro y servicio a los hermanos y hermanas.
El adviento, que significa venida, nos urge para que nos preocupemos de los problemas de los hombres y mujeres, que no permanezcamos indiferentes ante el sufrimiento humano y que demos motivos de esperanza a todos los que nos rodean y se acerquen a nosotros como recordamos en la Plegaria Eucarística.
Una Iglesia, una Parroquia que vive desde esta actitud, está en permanente conversión y en permanente cambio, porque se deja interpelar por los acontecimientos que vive y por las circunstancias que la rodean. Es una Iglesia que no se cierra en sí misma, sino una Iglesia que se deja guiar por la Palabra de Dios que nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro.
Hay que estar alerta y no delegar en nadie el encargo de vigilar y trabajar. Lo que os digo a vosotros se lo digo a todos: ¡Estad en vela! (Mt 13,33-37). Sólo así podremos descubrir y vivir cotidianamente su presencia e intromisión en nuestra vida y en nuestro mundo. En contra de lo que, con frecuencia, puede parecer, corremos el riesgo de pasarnos la vida entera enrollados en mil intereses accidentales, extraños a la tarea del Reino de Dios y al sentido más profundo de nuestra vida. Si esto es así, es fácil perder la ilusión por vivir y es fácil caer en lo que se conoce como el vacío existencial que puede llevarnos a buscar refugio en cualquier adicción (alcohol,…).
Nos unimos al salmista y pedimos a Dios que despierte su poder y venga a salvarnos, que nos dé vida, para que invoquemos su nombre (Sal 79,19), para que lo reconozcamos como nuestro padre y actuemos como auténticos hijos que confían en aquél que los ha amado, que los ama y que permanece fiel aunque hayamos pecado. Es un Dios que confía en sus hijos y que siempre está dispuesto a dar la mano si somos capaces de reconocer nuestro pecado y humildemente pedir perdón.
Os quiero invitar a que en este tiempo nos dejemos sorprender por Dios, por las personas, por nosotros mismos y descubramos todas las posibilidades que tenemos y que nos rodean. Os invito a que nuestra vida se entusiasme por el Dios que está a la puerta y llama, por el Dios que nos pone al servicio de los hermanos y hermanas, especialmente de aquellos que más lo necesitan: inmigrantes, drogadictos, marginados, sin techo, hambrientos, ancianos, enfermos
También os quiero invitar a que la Palabra de Dios nos acompañe en todo este caminar y que sea nuestra luz en el sendero.
Nuestro trabajo, o nuestro compromiso con Cristo es, nuestro compromiso con la comunidad cristiana. Es nuestra participación en la oración común, en la Eucaristía, en la catequesis, en la acción social. Y trabajando en estas obras, estamos en pie para esperar a Jesús. Y, esto, despiertos para no desanimarse, para resistir a la “corrupción” del ambiente.
José Mª Tortosa Alarcón. Párroco de Jérez del Marquesado y Albuñán
PREGUNTAS:
1. Ante la próxima venida del Mesías, ¿con qué actitudes espero?
2. ¿Cómo es mi mirada: en pasado, en presente o en futuro? ¿por qué?
3. Concretar actitudes de espera para trabajar y vivir durante la semana.
Dibujo de Miguel Redondo.
Comentario de José María Tortosa. Y preguntas para la reflexión.