Amo el Adviento. Lo amó apasionadamente, y necesito contarles por qué.

  1. El Adviento es un privilegio, o digo mejor: un acto precioso de condescendencia divina.
  2. Es un despertador que revela los límites de lo que termina, para llamarnos hacia aquello que no tiene límite ni término.
  3. Es el tiempo por excelencia para la esperanza.
  4. Son semanas de genuina catequesis, sentados junto al fogón del amor de los profetas.
  5. Es una escuela que tiene el estilo y la impronta de la Virgen de Nazareth.
  6. Es como una metáfora gigantesca de lo que es la Iglesia entera en este mundo… hasta que el Señor vuelva.
  7. Es un retiro espiriual para mil millones de personas.
  8. Es el recordatorio del lugar irreemplazable de la ternura y la mansedumbre como casa que preparamos a Jesús.
  9. Es el momento para sentirnos más hermanos que nunca de los judíos, y de todos aquellos que sabiéndolo o sin saber, aguardan al Mesías y su salvación.
  10. Bien vivido, es una senda de profundo autoconocimiento a la luz de Dios.
  11. Es tiempo para darnos cuenta de cuántas cosas ya no necesitamos, y por tanto, para hacer más liviana y generosa la vida.
  12. Tiempo para “hacer hambre” de modo que el banquete del Pan de Vida–que es Cristo–nos encuentre preparados y alegres.
  13. Es la época del año en que el Antiguo Testamento se hace diáfano, y el Nuevo Testamento, deslumbrante.
  14. Son días de oración y de escucha, días sobre todo para aprender que ninguna presencia de Cristo será suficiente hasta que llegue el día en que él sea todo en todos.
  15. Tiempo que condensa la experiencia del desierto y la alegría del Jordán.

Fr. Nelson Medina, O.P.